Moriremos nosotros también (evento)

Mañana presento Moriremos nosotros también, desbarre autobiográfico, más que novela, que solo tiene que ver con El Escarmiento y El Botín de manera tangencial, mucho. Cierto que de aquellas páginas  salió hace nueve años, pero ir, lo que se dice ir, ha ido a parar a otra parte. Me repugna que en el cartel anunciador aparezca el emblema del Gobierno de Navarra que aquí no organiza nada y yo le sirvo para sus mandangas de blasonar de actividades culturales, una línea más.  Igual es porque presta un techo en donde Cristo pegó las tres voces porque si no, no lo entiendo. En más de quince años, los últimos, es la primera vez que acudo a un centro oficial. Mal me fue con la derecha upenera (tras el 2001), pero peor me ha ido con los rompedores progresistas que han venido luego… por lo que a lo oficial se refiere, aunque tal vez haya sido mejor así porque me ha dado una libertad inapreciable. Al margen de que no puedes obligarle a nadie a gustarle y a apreciar tus dones. Pero por mí pueden irse todos a la mierda: los pasados, los presentes y hasta los futuros pluscuamperfectos. ¿Por qué me presto ahora a esta mojiganga, que lo es? Por ayudar al editor en lo poco que pueda y darle visibilidad a la editorial, y al libro que salió hace ya tres mes, así que rara presentación es esta… más bien suena a darle a la novela  los santos oleos y cantarle un responso funeral de primera, disfrazados todos de Hermanos Fosores, aquellos extrañísimos enterradores que eran como una especie de Legión del tenebro para gente que, con motivo, quería olvidar su pasado. Además, como el evento lo lanzan en streaming, los interesados se pueden quedar en casa, de copa y puro, como quien dice, porque, encima, no habrá tragos cuando la cosa acabe, como era costumbre. Además, el amigo Freddy se quedó por el camino y un lamento en su memoria (complainte) contiene Moriremos: nos han quedado muchos negronis pendientes, la bebida estrella de la novela en La Huerta de Larequi, taberna de lujo, atendida por dos simpáticas catrinas txalapartaris.  Qué vida más rara llevamos. Por mucha claustrofobia que me acometa a ratos, el vivir a lo mío, sentado a mi mesa de trabajo, no tiene precio para soportar esta calamidad.  Sé que no voy a recuperar la vida de antes y que me va a costar salir de mi refugio. Hasta la fecha, Moriremos nosotros también  solo ha cosechado una reseña, la de Iñaki Urdanibia, y dos comentarios privados. El resto, silencio, ya me lo avisaba el otro día José Luis Insausti, amigo y excelente poeta.  Estoy acostumbrado. No estamos en tiempos lectores. Esas costumbres lectoras han terminado de cambiar de manera radical (deteriorarse) el último año con la pandemia. Dicen que el aforo es limitado a 40 personas. Mucha gente es esa, no sé. Iremos viendo.