
Hoy, domingo de Carnaval, recuerdo por fuerza la película de Edgar Neville de 1945, con Conchita Montes y Fernando Fernán Gómez. Una película llena de homenajes a Goya y a Gutiérrez-Solana, que me gustó mucho la primera vez que la vi, tarde, a comienzos de los ochenta, en unos carnavales inolvidables que viví en Madrid. Desde entonces la he visto varias veces. Otro tiempo, más amable que este en todo, en los recuerdos y en el modo de vivir el presente. Tiempo de ajuste de cuentas (con uno mismo sobre todo), de balance, de arrojar lastre, de olvidos y despedidas (y cierres). No hay que esperar a la mañana del miércoles de ceniza y al entierro de la sardina. La pandemia ayudando, es momento de cortar con las máscaras tóxicas de tu propio carnaval y casi mejor seguir este, a tu aire, en descampado. Es más sano. Nos hemos visto las caras y no nos gustamos. De hecho, hacía mucho que, si miras bien, no nos gustábamos. Detesto a los tramposos, a los crueles, a los que carecen de toda empatía que no sea la vinosa, a los avaros, a los roñosos, a los profesionales del odio cainita por mucha música que le pongan a su tamtum ergo… siempre hay un ayer, un hoy y ojalá un mañana.
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