Los estrategas, de José Hernández

Los estrategas, ese es el título del cuadro de José Hernández que reproduzco. Pura coincidencia con el aluvión de estrategas y granujas que hacen la guerra ruso-ucraniana desde los bares madrileños, esos que el general Diego de León llamaba «los ojalateros», por lo del ojalá esto u ojalá aquello, pero que se pringue en el cuerpo a cuerpo, otro. A distancia no hay quien no sepa lo que hay que hacer.
Más que el título del cuadro me interesan las figuras puestas en la escena por Hernández, lo que tienen de fantasmal esa escena (y muchas otras), porque con no ser «oníricas» (en la medida en que ignoro lo que quiere decir ese sandio lugar común), me reconozco en muchas de ellas: las he visto en algún lado, las he imaginado sin esfuerzo. Representan para mí con eficacia todo lo que anida en la penumbra de la conciencia, en el barullo de recuerdos que la memoria guarda, en ese lado enfermizo que como muchos otros tengo y oculto como puedo: nada grato y sí necesitado de limpieza y exorcismo.

José Hernández

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José Hernández, un pintor para mí de referencia del que supe por una exposición que hubo en Pamplona, en 1974. Desde ese año me acompaña un grabado de un prelado podrido que el tiempo ha ido oscureciendo. ¿Mundo tenebroso el suyo? Es posible, pero ese es un motivo válido para que me guste su obra. Antes se decía «onírico» hasta que este perezoso adjetivo del no saber qué decir quedó devaluado, sin contar con que por fortuna esos monstruos no espantan nuestros sueños, sino más bien nuestras vigilias, nuestra plena luz ahora mismo: monarcas y prelados agusanados, bandidos de aparato a los que los oropeles apenas pueden esconder la podre que les sostiene, estancias ruinosas que parecen ser su reino… monstruos, y no de la razón, sino del poder, de la tara hereditaria, de la malevolencia que parece ir aparejada al poder de la fuerza y el dinero. Sugerencias, sin más. A cada cula, las suyas. Casi mejor quedarse en la impecable ejecución de la obra, en lo onírico, en el realismo algo, no sé, algo, pero realismo o en lo fantástico a secas, lo que gusten, pero el monarca podrido, el prelado felón, el uniformado cruel y abusivo, el banquero que roba y mata, el sayón y el lacayo que hacen el trabajo sucio del amo, ya estemos dormidos o despiertos, están ahí, a lo suyo.