Rafael Chirbes

Esta tarde tengo el compromiso de ir al Museo Nacional Reina Sofía a hablar un rato de Rafael Chirbes, un autor y una persona a quien admire como escritor y estimé como persona. Lo conocí no como escritor sino como gastrósofo cuando me encargó (en 1990) un artículo para la revista Sobremesa. Echo en falta sus apoyos y muestras de afecto que sigo agradeciendo, ahora que no puedo expresárselo. ¿Escribir sobre Chirbes? ¿Para quién? Es mucho lo ya escrito sobre él. Las entrevistas son muy ricas de contenido. Poco puedo añadir. Sí que voy a contar por qué me gusta tanto Chirbes: por el desdiós social que me tocó conocer en mi vida laboral, desde una promotora-constructora a las bajezas del periodismo cultural, pasando por el delito y los abusos que conocí como abogado. Chirbes, una mezcla de rebelde inacallable, hedonista refinado y desencantado en pie de guerra permanente, plasmó de una forma admirable, galdosiana si se quiere, ese mundo de trampa permanente y cartón de trileros, miseria social sin paliativos, clases sociales en las que «solo se puede entrar a punta de navaja» (me dijo en una ocasión) nuevos ricos y viejos franquistas, especuladores y ladrones, y también su disgusto consigo mismo, su propia guerra interior, algo que resulta incómodo para el lector si este coge vela en ese entierro. Decepción, desilusión, desasosiego, nada es como parecía que podía ser, nada es como se desea, nada… no sigo. Solo soy un lector que coge tea de la mano de sus escritos y con ella intenta atravesar la ciénaga.

*** Fotografía de Mikel Ponce.

Ahora o nunca

Ahora o nunca. Mi próximo libro. Ignoro cuándo saldrá. Ayer, la editorial me hizo llegar la cubierta, que es de Alfonso Meléndez. Es mi dietario del año 2016. Ahora o nunca, suele ser nunca, como la Tabula es raro que sea rasa (lo de Arvo Pärt es otra cosa). La idea de echar lastre espeso y cenagoso, y seguir camino más ligero me resulta muy atractiva, pero no creo que lo haya conseguido nunca. Ejercicios de limpieza. Necesarios, ¿pero cómo?Ascesis en tiempos de bulla. Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. La Liquidación por derribo de hace años no lo fue porque, como se decía antes, volvió enseguida la burra al trigo y ni hubo derribo ni tampoco liquidación, sino la permanente escocedura. Cada día me fio menos de los diarios/dietarios escritos para la publicación por mucho que estén escritos al compás de los días y sus vaivenes. Philippe. Muray (Ultima Necat) decía que los diarios debían ser póstumos, algo que, en su caso, la prudencia aconsejaba, según se ha ido viendo conforme aparecen los volúmenes de la mano de su viuda y arde el rumor de Fronda literaria. Póstumos han sido los de Rafael Chirbes y de ahí su intensidad, y los mosqueos, aunque quién sabe si así fueron escritos. 

«La navaja de escribir»

1405955793_902633_1405956563_noticia_grande«La navaja de escribir…» Algo así me dijo Rafael Chirbes la primera vez que hablamos: hay clases sociales (y no solo en Madrid) en las que solo se puede entrar a punta de navaja. La navaja, ni siquiera el bisturí, eso lo dice todo.

Ramón, «psicólogo de las cosas» que vivía cerca «del manicomio de los libros viejos», en un escenario abigarrado, no muy higiénico, en opinión de reyes, mezcla de todo lo habido y por haber, de lo muerto y dejado de lado, de lo recogido en el arroyo del Rastro y de lo llegado de muy lejos: las casas de los muertos, los carros de los traperos…

«Ramón: Hijo de tu pueblo, golfo intelectual de la villa y corte: bajo la gorra sospechosa de tu ironía, te veo escabullirte, saltando sobre el «Carolus» de la calle empedrada, con la navaja de escribir en la mano. Solo tú sabes por dónde se está desangrando, gota a gota, el corazón de Madrid».

Alfonso Reyes, enero de 1918, casi en la época en que lo retrata Diego Rivera en compañía de sus libros mayores.

RamónGómezdelaSerna