La Cospedal y su juez de la guarda

Si las grabaciones desencriptadas de Villarejo que implican directamente a la Cospedal en bochornosos y delictivos asuntos de las cloacas policiales del gobierno del PP, así la operación Kitchen, no sirven para nada, es decir, que no sirven ni siquiera para llamarla a declarar, es que algo falla en nuestro sistema judicial, y ese algo tiene nombre: el juez García Castellón. De este magistrado no cabía esperar otra cosa que  ese carpetazo contra el criterio, reiterado, de la fiscalía Anticorrupción. La independencia judicial está por encima de que los hechos que permiten la imputación de Cospedal sean públicos y notorios, haya indicios y pruebas suficientes, y hayan sido conocidos por esa parte de la opinión pública o del público que no forma en las filas del PP y ha tenido acceso mediático a los audios que tratan de los papeles: la «libretita» por la que se interesaba la Cospedal, esto es, los papeles de Bárcenas, acabaron desapareciendo. Por cierto, ¿qué le dieron a este personaje para que desistiera del ejercicio de sus acciones? 

Como digo, ninguna sorpresa. García Castellón es un juez que debe su formidable carrerón de aparato al Partido Popular en la medida en que este le ha dado cargos más políticos que judiciales, colocándolo por Europa durante años y más años. Una carrera dorada de mucha representación y poca enjundia por lo visto. Su desembarco de regreso a la Audiencia Nacional coincidió con la retirada del juez que encausaba a una perla del PP, Ignacio González, tras conversar con el terminal playero Eduardo Zaplana, un caso este de rostro de cemento armado teñido a lo bestia con caroteno, aunque no el único. ¿A quién protege el juez que aparece en escena a espaldas de la Cospedal como un ángel de la guarda con toga? ¿A la Cospedal o al PP, o al mismo Villarejo, aunque sea de lejos? Porque si a este nada le encargaron, estamos a un paso de sostener que nada hizo. ¿O al enigmático M. Rajoy que cobraba bajo manga y que no sabemos todavía quién es? Nadie, nada, la borrasca sopla ahora sobre la cabeza del arcangélico Fernández, entonces ministro de Interior y urdidor de tejemanejes policiales que no ha urdido nadie, como con seguridad acabará viéndose: ni policía política ni magistratura ídem porque los magistrados del CGPJ actúan por inspiración divina, no política.

         De vuelta a España, y una vez zanjado lo mayor y puesto en marcha lo que le interesaba a la pareja que con descaro hablaron de quitarse de encima al juez que les molestaba, y traerse de vuelta a España a García Castellón, este se aplicó con auténtico denuedo a intentar demoler a Podemos y a sus líderes, empezando por Pablo Iglesias, casi a modo de monomanía, con actuaciones judiciales que daban en nada una detrás de otra, pero eran muy efectivas en periodo electoral de cara a esa opinión pública bien azuzada en el deporte de aborrecer a esa fuerza joven que decía estar tocando el cielo de los logros políticos y se vio envuelta en una muy dañina borrasca de lawfares de grueso calibre. Me refiero obviamente a ese uso de la administración de justicia y sus procedimientos para dañar a los oponentes políticos, algo que en España ha cogido proporciones no de escándalo, sino de tradición, respetable, como todas ¿o no?. Y eso en periodo de elecciones. Las actuaciones contra Podemos y sus miembros han dado en nada, pero causaron daños indudables que es probablemente lo que se pretendía. 

         Unas actuaciones como las de García Castellón, en el caso de Podemos, son mazapán para poner en marcha la máquina del fango de los medios de comunicación afines al PP y en sentido contrario un escudo con voluntad de permanencia en el de la Cospedal y su trama gubernamental. Y por lo visto muy eficaces en ambos casos. Con cristianos a los leones o sin ellos la voluntad  de desentrañar  del todo las tramas del PP es poco menos que nula. Nunca sabremos quién es M. Rajoy ni en qué pararon las conversaciones sociales sobre libretitas de la Cospedal y el Villarejo. Ah sí, se me olvidaba, Bárcenas barre a diario su celda en Soto del Real.   

*** Artículo publicado en Diario de Noticias, de Navarra, y en otros periódicos del Grupo Noticias, el 18-IX-2022

¡A trabajar!

¡A TRABAJAR!.-  No sé si será cierto todo lo vomitado en sede parlamentaria por el corrupto comisario de policía Villarejo, personaje ya ineludible del esperpento nacional, pero vistos los antecedentes suena verosímil que M. Rajoy o Mariano Rajoy, o lo dos, se expresara en esos términos con el fin de hacer desaparecer las pruebas de que M. Rajoy era y es M: Rajoy, entre otros: «¡A trabajar!». Y el pocero de las cloacas se puso a ello con entusiasmo, convencido de que aquel trabajo servía para engordar su ya considerable fortuna, conseguida en el inmenso pozo negro del Estado  de una manera que le ha conducido al banquillo de los acusados por hechos delictivos y punibles de grueso calibre.

La de este siniestro personaje ha sido una canallesca exhibición de desvergüenza hablando de personas desaparecidas en manos del GAL –«Hubo dos o tres que se perdieron por ahí», o de quienes estaban detrás de esas siglas, como Barrionuevo o el siniestro Vera que hace unos días se permitió el lujo de afirmar que esos crímenes (organizados a todas luces desde aparatos del Estado) estaban en la línea correcta: la del asesinato de Bin Laden. El delincuente oficia de mártir…

El gánster policiaco declaró que a él le hubiese gustado participar en los crímenes del GAL, pero que no participó, que sus compañeros lo hicieron muy bien. Sientes asombro e indignación, pero ahí para la cosa. Es decir, lo que la policía no te permite a ti a él se lo consiente. A esto se le llama Estado de derecho, sobre todo si comes de él.

El problema no es que ese maleante que alcanzó la cúpula policial de un país mienta o no tenga pruebas de lo que dice, sino que justifique en sede parlamentaria el terrorismo de Estado sin que pase nada ni se mueva en su dirección un solo dedo jurídico de esos tan sensibles en casos del común. Y no solo eso sino que afirma que al emérito en fuga que Felipe González quiere traer en pompa, le inyectaron hormonas femeninas para rebajarle la libido o su priapimmo, que decía un poeta del madrileño Café de Gijón: «Se consideraba un problema de Estado que fuera tan ardiente». El esperpento y la certeza de vivir en un país chungo de veras, los tenemos servidos.

Sin salir del Ruedo Ibérico, un juez aduce la obediencia debida como justificación del delito perpetrado por uniformados; otro más dice que el uniformado cometió un delito de detención ilegal y otro de lesiones leves, pero nada dice de la evidente denuncia falsa por parte del uniformado ni del abuso de autoridad que va con ella; la inclusión en el Tribunal Constitucional de la verde magistrada del caso Altsasu no se ve como algo temible, sino como una conquista democrática. ¿Qué clima es este? Irrespirable, pero lo respiramos a pleno pulmón y más si es sentados en una terracita birra en mano disfrutando de una libertad de la que no goza ningún otro país europeo, ninguno, oiga, este, dicen, es el modelo de vida feliz a seguir, lo dicen y son aplaudidos..

¿Qué pensará Marchena de todo esto? Me gustaría saberlo y con él, todos los togados que se atrincheran detrás de la rojigualda hecha recortada. Después de un juicio infumable que sienta el precedente judicial de que pueden hacer con nosotros lo que les venga en gana, vemos a Marchena empeñado en derribar al diputado canario que tiene pelo y él no, o poco y de mal aspecto (a juzgar por las fotografías).  Marchena contra el pueblo, el pueblo contra Marchena pues, pero no, la Batet, presidenta del Congreso, de manera poco digna (opinión muy particular), se baja los pantalones (expresión muy popular) contra el criterio de los servicio jurídicos de la Cámara y, antes de que se reúna una Mesa del Congreso ya convocada al efecto,  le arrebata el acta al diputado canario Alberto Rodríguez. Está claro quién manda aquí o se impone, o detenta poderes que no le corresponden. Es preciso una batalla jurídico-político, y mediática, en la medida en que se pueda, que poco se puede, ya sé, contra las decisiones políticas de ese magistrado, porque tienen un tufo raro, como a sectarismo y odio de clase, disfrazados del más puro espíritu de culto a la Justicia, como si esta fuera un misterio guardado en una entogada caverna y Marchena su guardián. No la culpo a la Batet, a mí también todo esto me da mucho asco, pero tengo que tragar, no por respeto a nadie ni a nada, sino por miedo a la multa, al palo. ¿Creo en la autoridad? Ni por asomo, procuro que no me vea, parapetarme, camuflarme, etcétera.

*** Artículo publicado en Diario de Noticias, de Navarra, y en otros periódicos del Grupo Noticias, el 24.10.21

Un guiñol burlesco

¿El devoto exministro Fernández al banquillo? «No se puede ni de creer»… Y yo que pensaba que con los que ya habían echado a los leones les bastaba. Ahora parece que quieren espectáculo a lo grande, con artistas de primera. Pero no conviene entusiasmarse, la Kitchen convenientemente enredada, puede acabar en kitchenette, es decir en cocinilla, de juguete digamos, porque en cuestiones de primeras figuras del negocio político español, no creo que en las alturas jurídicas se cocine nada a lo bestia, como si fuera una Breaking bad judicial y política… ¿Se acuerdan? Ni mucho menos una guillotina también política y sobre todo social, que limpiara y desinfectara el escenario de este Patio de Monipodio, incluido M. Rajoy, el de las cuentas a bolígrafo, que son las de verdad. 

Pero, como digo, no me hago muchas ilusiones. En el tiro al mono de estas barracas, solo cambian las siluetas, pero al final resulta que son todas de indeseables. Y por lo que se refiere a cocinar, cocinaron, mucho, durante años, pero con leche revenida, la suya: una olla podrida de mangancias, delincuencia de altos vuelos y despropósitos, y dejaron la cocina perdida tras el paso de los mortadelos, los falsos maderos y los matones de alquiler (luego funcionarios gracias a sus buenas maneras en el oficio). Entre ellos se mangaban para limpiar sus marrones y les protegían los ángeles aparcacoches y los conjuros de las ceremonias de secta a las que acudían, no se sabe si con el permiso del ordinario del lugar que les daba un Nihil Obstat recio como pedrada en la sien… ¿Pero el guión de este guiñol burlesco quién lo ha escrito, Fernando Arrabal, Buñuel, Berlanga…? 

En una novela negra que acabo de leer, de esas neonoirs, los bandidos se matan entre ellos, más o menos, o les castiga el cielo, por malos, uno detrás de otro de manera muy gore, salpicando mucho. Este sería un buen final para esta patulea de maleantes que con las leyes que a todos nos obligan hacen matasuegras. Y nosotros de espectadores, apreciando las sutilezas de este combate de cachascán amañado hasta el delirio. Tiran a alguno fuera de la lona y al rato aparece por la otra esquina vestido de sí mismo como si no hubiese pasado nada. Sale uno del ring o gallera perseguido por focos, abucheos y silbidos, y al rato entra por otra puerta con capa estrellada, manta de tirar que no sirve para nada o toga de magistrado, y lo hace entre vítores de un público entregado que ha olvidado la primera parte del numerito… y desde unos asientos VIPS unos cuantos, muy por encima del populacho, engordan su peculio comentando, juzgando, señalando las astucias.

A lo que iba, que a Fernández lo van a sentar en el banquillo. Veremos. A Fernández y a cuántos más. Veremos, insisto, porque este es también un guiñol en el que salen curriños malignos que tras entretenernos un rato desaparecen cuando el verdugo les iba a cortar el pescuezo, como si los rescatara una Pimpinela Escarlata provista de códigos afilados como floretes y no vuelven a aparecer en escena. Se volatilizan, carajo, y nosotros vimos como habían mangado a cuatro manos (o patas) en escena, como cuadrilleros de la cueva de Ali-Babá, o faltado al elemental decoro exigible en sus oficios de aparato.

Ha empezado agosto y no es cuestión de acercarse a este pozo negro en plan sesudo con argumentos de recio y apretado discurrir o en plan Espartaco. No se lo merecen. Ya no. Ni sirve para gran cosa.  Como mucho, tirémosles pellas de burla en las picotas de papel a las que les han subido un rato. Y aun así, porque, digas lo que digas, esta banda de tramposos tienen los riñones y las espaldas bien cubiertos, y nuestras impertinencias y denuestos les importan un carajo, un soberano carajo. Como nos pasemos, iremos a prisión, pero no en las mismas condiciones que ellos. Están muy por encima de nosotros. Pertenecen a un mundo en el que sus cocinamientoscarecen de importancia porque son la norma, el bisnes, la cosa en sí. Y ese mundo no es el nuestro, que lo padezcamos es otro asunto… ¡Y esto es todo, amigos!, que decía Porky. 

*** Artículo publicado en Diario de Noticias, de Navarra, y en otros periódicos del Grupo Noticias, el 1-VIII-2021