Barcos en botella (Valparaíso)

El de la imagen no estaba en venta. Una pena. Hubiese sido un buen recuerdo del Puerto. Formaba parte de la decoración del escaparate de una ferretería en el día del mar. Es el único hermoso que logré ver porque todos los demás querían ser y no eran. Alcancé a ver unos en Isla Negra, pero me venció la pereza de las colas y de la mala gana y peor fe de las mozas que atendían aquella barraca de feria nerudiana. Neruda y su preciosa «Oda al buque en la botella»

la verdad
es que nadie
lo construyó
y no navegará sino en los sue-
                                      [ños. 

Gonzalo Torrente Ballester –¿Quién se acuerda? Cada día que pasa más olvidado– y los barcos encerrados en botellas que excitaban su imaginación y le empujaban a la escritura. Barco en botella el de la taberna Panama, de La Havre, en la película El muelle de las brumas, de Marcel Carné. Cacharrería de la iimaginación, fetiches de la soledad y de una intimidad silenciada.

Patrañas

PATRAÑAS

            DE las patrañas mejor o peor urdidas se nutre buena parte de la narrativa novelística, y es de ficción autobiográfica, más, aunque resuslte pobretona. Patrañas o «verdaderas relaciones» del viaje a ese extraño territorio en el que se mezclan con mejor o peor fortuna realidad y fantasía, lo vivido y lo imaginado, lo que fue y lo que pudo haber sido. De «Historia fingidas, y texida de los casos que comunmente suceden, ò son verisímiles», define a la novela el diccionario de la lengua castellana, en su edición de 1791.

            Con motivo de la aparición de su novela, Los años indecisos, Torrente Ballester sostuvo que había que inventar con más empeño, que en nuestra novela podía apreciarse un exceso de intención testimonial, de memoria tremebunda y folletinesca al cabo, y una ausencia clara de fantasía novelesca, de invención de mundos, de iluminaciones imaginarias. Torrente defiende ante todo la patraña de buena ley, incluso tratándose de la propia vida. ¿Por qué va a a quedar esta excluida, no es acaso el autor un personaje literario, una patraña más? Tal vez porque sabe con certeza que a menudo es la invención la que más y mejor luz echa a esos rincones oscuros de la memoria donde los episodios de nuestra vida, de la vida de los nuestros, todo aquello que nos constituye e identifica, se encuentran por completo difuminados, que es, en definitiva, la ficción autobiográfica la que mejor nos identifica, donde mejor podemos reconocernos. Años indecisos, años y días inciertos, vidas más o menos fingidas, memoria dolorosa siempre, olvidos irreparables. Tal vez sostenga Torrente el valor de la invención porque sabe que es en ese territorio donde sopla con más fuerza el viento del humor vagabundo, el que pone la distancia en el dolor y en el entusiasmo y en sus fingimientos, que esa es la lente que con más claridad -como esa del viento sur que nos acerca las cosas en las latitudes septentrionales y nos las pone al alcance la mano-, nos aproxima a nuestro verdadero rostro, que es la invención la que en ocasiones convoca a la realidad y la construye, como supo, con dolor por cierto, otro experto en ficciones autobiográficas: Anthony Burgess, un memorialista que no defrauda y un inventor de disparates solemnes en los que se huele lo vivido (y bebido, que también). 

*** Artículo publicado en  La Nueva España, Cultura, Oviedo, 8.10.1997

Eliseo Bayo: libros olvidados, y necesarios.

DSC_0002 P1160205Si algo asombroso tiene este libro de Eliseo Bayo es que siendo de 1975 y muchos de los reportajes reunidos de años anteriores, hay en él demasiadas páginas que, de manera directa o por lamentable analogía, parecen referirse a nuestro presente: inmigración, estafas generalizadas, bancarias o no, atropellos ciudadanos, gatos por liebre que pagan los más débiles, impunidad de los más fuertes, usura y mucha pobreza… reportajes sociales, sí, enormidades que no toda la ciudadanía quiere ver, desvergüenzas silenciadas (que hoy saltan dañinas después de cada consejo de ministros)… como si hubiese algo inamovible, algo que permanece pese a todo, pese al paso del tiempo y al de las generaciones, a los cambios de ciclo económico, al aparente cambio político; algo educacional y hereditario, propio de esos malditos caracteres nacionales; algo genético que se transmite como una tiña nacional, la de la desvergüenza, la picaresca, la mentira, la explotación, la impunidad… libro necesario el de Bayo, entonces y ahora, aunque no fuera exactamente el mismo, pero sí de la familia, ni el papel del escritor sea el mismo que entonces si es que todavía tiene alguno y no lo ha perdido por el camino. Se equivocaba Torrente Ballester hace unos años cuando decía que a la literatura española le sobraba apuntaciones fiscales y le faltaba fantasía, ni las ha habido en la cantidad suficiente ni su fantasía ha sido como para grandes celebraciones. Y se equivocaba también Octavio Paz en uno de sus ensayos sobre la función de la poesía: no toda la literatura social y realista pierde su fuerza con el paso de los años… Esa contrapartada… hasta es de «mal gusto» debatir sobre su contenido.