Mural en recuerdo del Gitano Osvaldo Rodríguez y de su canción más famosa dedicada a Valparaíso, junto a la librería Orellana, en la calle Esmeralda. Valparaíso 2010. Hoy no hay ni mural ni librería, aunque la calle siga siendo tan populosa como entonces. La sigo recorriendo en las páginas que releo, reescribo, revivo.

Álvaro Bisama, un afortunado biógrafo de Pablo de Rokha, tiene un buen artículo sobre esa librería insondable desaparecida. No sé quién me dijo que era la librería de la familia del pintor Gastón Orellana, un fantasma casi hoy día, que anduvo por el Madrid de los 50/60 y pasa por las páginas memorialísticas de Francisco Umbral, y a quien no sé por qué relaciono con Roberto Godoy, aquel chileno que pululaba a la sombra de Editora Nacional o aledaños, a finales de los setenta.

«Pero este puerto amarra como el hambre. No se puede vivir con conocerlo»

http://www.buenosairesreview.org/…/06/orellana-valparaiso/

Caza de citas: Umbral en «Travesía de Madrid»

«La libertad. Era la pérdida de la libertad. Madrid ya no es una alegre travesía que puede hacerse de cualquier forma y a cualquier hora. Madrid tiene ahora mil ojos que te vigilan».


Umbral sí, en Travesía de Madrid, la novela de un macarra, pero también la novela de Madrid casi recién descubierto (para él). Junio de 1965 y «mil ojos te vigilan». Ha pasado más de medio siglo y la vigilancia es un negocio, como la libertad, y una estafa. La libertad, gran tema, mejor asunto. No hay quien no renuncie a no dispensarla, promocionarla, falsearla, administrarla como porra en mano, asegurarla con matones de negocio boyante –Morenés, ricachón, sabía mucho de estas ciénagas– o con refinadas técnicas de vigilancia, rojigualdearla… Libertad vigilada la nuestra, condicional, alegre, confiada

Con Madrid a vueltas

Madrid eterno (del XVII para acá), Francisco Umbral en la primera línea de Travesía de Madrid (1966): «Al taxista le entregué una moneda de diez duros y me dio la vuelta de cinco». Hace años, muchos, en el Sol, de Jardines (a cuyo dueño conocí en un manicomio), un argentino me quiso estafar haciéndose pasar por policía (el conocido timo del «pasma ful»)… Los demás tropiezos con camareros, taxistas más o menos piratas, furtivos incluso, porteros, cerrajeros (internéticos), hospederos, matones uniformados, chulos poligoneros son propios de ese eterno juego entre un tonto y un sinvergüenza. Hau saltsa!, dicen en el Valle, pero sí, eso forma parte de la Gran Parada circense, de la fauna urbana.

Travesía de Madrid, Fantasía Borbónica… hace falta ser muy obtuso (esa dramática falta de comprensión lectora que cunde) para no poder apreciar que en esas y otras novelas/memorias de Umbral, además de follar, hay MADRID, que en el fondo es el asunto de Umbral: la ciudad, su callejero, barrios, guetos, su fauna, su paisaje, su clima, sus olores,

Arquitectura del XIX, escachada con diseños del XX pretencioso y diseñador (reflexión al pie de las Torres Colón en obras): «Edificios que son como un puñetazo en la mesa», escribe Rafael Chirbes en sus diarios. Hablando de la Gran Vía, Ramón Gómez de la Serna calificó su arquitectura de «cataclismática».

Umbral, sigo (caza de citas)

«Se dice que lo autobiográfico solo da para cuarenta folios, pero lo que hay que conseguir es que dé para cuarenta mil» (Umbral en Retrato de un joven malvado)… Años que la había perdido de vista, a la cita exacta, claro. De joven la secundé con entusiasmo, cuando no me atrevía a hablar de mí mismo, ni de nada, si vamos a eso. Lo que sucede es que un día te aburres de tus cuarenta o de tus cuarenta mil páginas, y empiezas a escribir del que no eres, no fuiste y no serás por mucho que te empeñes, y sobre todo de lo visto, hecho diablo cojuelo que prefiere ver que ser visto y de lo que ni ves ni recuerdas y es invención pura.

Por cierto, qué casposo, que repugnante es ese Madrid descrito por Umbral, el ya del todo invisible de hace más de medio siglo, trampantojo puntillista ante el que el escrito aparece como un hombre a una bragueta pegado, que cansa, que deja perplejo, como si fuera un carnavalesco pene con patas que quisiera decirnos que así como Solana dejó dicho que la única e ineludible verdad era la fuesa, en su caso era el sexo, la cacería, el derribo… La moda, ya se sabe, el público, la clientela. Es posible que hoy no le hubiesen publicado.