Las desventuradas (por Pablo Cingolani)

Hoy me llegó un correo de Pablo Cingolani con ese texto y me ha hecho pensar ese «he decidido comenzar a despojarme de todo», es mucho el lastre que algunos arrastramos como una maldición.

Este día de las almas, este año donde mi padre y mi madre partieron, he decidido comenzar a despojarme de todo. De ahí, que empiezo a desclasificar cosas que he guardado años, décadas, y que ahora me pregunto: ¿para qué? 

En homenaje a mis viejos, porque fue con ellos y  vía ellos que llegó a mis manos, va esta reliquia que adoro pero que envío de manera especial a dos amigos que aman a las islas -el Salvador Marcelo Gargiulo, factótum del primer islario argentino, y a Miguel Sánchez Ostiz, navarro, pero que se deslomó narrando otra isla del mismo Mar del Sur- y también porque son parte de esta historia porque viven allí, o sea allá, a Zavaleta, Álvaro, allá en Santiago, mi alter ego cuando era/éramos eso y siempre será huella y a Jorge Muzam, allá en San Fabián de Alico, en el sur indómito, mi editor trasandino, en ese Nido de Parras que es el lugar donde él y todos ellos, sus cófrades, vinieron al mundo

Las Islas Desventuradas: vaya nombre que sobrevivió en el tiempo. En esta desdicha del presente, ellas evocan historias de otra fragua, otro temple, otra perspectiva.

Siempre -desde que tuve conmigo el documento que envío, desde ese lejano 1979, cuando Samoré desactivó la guerra entre dictadores, por unas islas, a todo esto- amé estas islas, siempre quise ir a verlas, compartirlas, volverlas mías. 

No fue el caso, aún les debo una visita. Vaya este envío como una manera, momentánea, de cumplir con ese deseo. 

PC, 1 de noviembre de 2022

Leyendo a Jorge Teillier

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Leyendo a Jorge Teillier,  antes de empiece el anochecer. Teillier chileno, poeta del campo baldado, del otoño, la lluvia, los trenes, los muertos que se asoman por donde menos te lo esperas, los regresos imposibles, los recuerdos, sin los que no habría poesía (Nicolas Bouvier):
«Lo que importa no es la casa de todos los días/ sino aquella oculta en un recodo de los sueños»… no importa que no hayas vivido en esa casa, con que la hayas imaginado, en sueños construido y recorrido, basta, con eso basta. Cuanto antes admitas que vives en una casa imaginaria, que llevas una vida imaginaria y que a ratos (muchos y por fortuna) eres un personaje imaginario, mejor que mejor.
¿Desde dónde escribes?
«Estábamos en la última calle de un pueblo del sur»
Importa esa última calle, importa ese pueblo al borde de lo que es silencio, bosque, lejanía.

 

 

Mensaje desde Valparaíso

Vista-Canas-incendio-Valparaiso-Chile_EDIIMA20140414_0058_13Un mensaje que me llega desde Valparaíso, donde se han quemado los Cerros en los que viven los más desfavorecidos, los hasta ahora invisibles, los que desaparecen en la bruma del invierno o en el barullo inquitante de la pobreza, más arriba de la Avenida Alemania, como dice la autora de la nota, ahí donde no estoy muy seguro que lleguen ni los del  «turismo solidario». Cuando no puedes echar una mano eficaz, mejor callar. Es de temer que las cifras reales de daños y daminificados superen las oficiales que suministran las noticias:

No se preocupe señor turista, no se está quemando la Sebastiana.
El muelle Prat está protegido, al igual que los cafes-butiques del Cerro Alegre. Los bares del puerto y los pubs de Cuming siguen atendiendo,
fabricando ebrios en la ciudad con mayor tasa de alcoholismo en Chile.
Los fuegos artificiales se verán igual este año, porque los lindos miradores siguen en su sitio. El muelle Barón está lejos del fuego, así que el proyecto mall sigue en pie. Si incluso las casitas de colores se han salvado, las que arden hoy son las de color gris, esas que no salen en las postales.
Los que corren hoy, son los que siempre han corrido, corren todos los días pa’ tomar la micro, corren porque no tienen ascensor en su cerro, corren para llegar temprano al Van Buren y alcanzar un número. Los que corren hoy, con poquitas cosas, son los que menos cosas tenían para perder.
No se preocupe señor turista, el incendio está lejos del Grand Hotel Gervasoni, hoy se quema el conventillo de la peruana, las casas que brotaron como callampas en los cerros. Arden los barrios que no salen en su mapa, porque en él todo acaba en la Av. Alemania.
Tengo que decirlo: me indigna leerlo preguntando por los ascensores.
No entiendo que se alegre por la Plaza Victoria indemne, cuando ya son doce personas las que han muerto calcinadas. No entiendo que pregunte por la casa de Neruda, si a él ya no le sirve, pero a quinientas familias la suya sí.
Usted tiene otros 38 cerros que visitar el próximo verano, pero ahora son diez mil los evacuados que no tienen dónde ir… De qué nos sirve el patrimonio si no hay humanidad.»
María José Blanco Contreras

Nota: la imagen la he escogido al azar entre las cientos que están colgada en la Red: una vale por todas.