El Escarmiento y Pío Baroja

 

Raimundo García, Garcilaso, a la izquierda del general Mola, 19 de julio de 1936.

A Baroja el pistoletazo de salida del Escarmiento le pilló en Bera. Fue detenido en circunstancias confusas que  no han sido nunca aclarados del todo en la medida en que hay una cinta magnetofónica con el testimonio del médico De Santesteban, Aguirre, que acogió a Baroja la noche de su detención. Se escapó a Francia con la ayuda de un carabinero que le dejó pasar la frontera porque él no quería hacer mal a nadie. “Hay gente buena en el mundo”, escribió Baroja, y lo tachó luego. Tronchante. Baroja. Luego se instaló en San Juan de Luz, como relaté en mi libro Tiempos de tormenta (silenciado a conciencia) y barra libre, rico buffet, rico, así hasta que muy poco antes  de marcharse a París escribió una carta a Raimundo García, Garcilaso, director de Diario de Navarra, y el ayudante más asiduo del general  Mola en su conspiración contra la República y un periodista filo nazi y feroz que se hizo el amo. Le adjuntaba un artículo que se publicó al día siguiente, 1 de septiembre de 1936.

Garcilaso conocía a Baroja. Tanto como que unos meses antes, Ricardo Tejedor, el pintor de la estación del Norte,  de Pamplona, amigo de todos y también de los de la futura Nave de Baco, que ya se bebían lo que hubiera por delante y alguno de ellos se fumaba los puros y se bebía el coñac de su primo Luis Elío mientras conspiraba alegremente con un “amigo de casa”, Antonio Lizarza, jefe del Requeté; bueno pues Tejedor le avisó a Garcilaso de que Baroja llegaba en el rápido, o en uno, qué más da en cuál, de modo que el director del Diario bajó a la estación y almorzó con el escritor en la fonda. Baroja le dio un libro, dedicado, El cura de Monleón. Cuando se despidieron Garcilaso se volvió para Pamplona dándose un paseíto higiénico y hojeando el libro, y como vio de qué trataba, él que era muy católico, lo rompió en pedazos y los tiró por el puente de Cuatro Vientos al río. Poco hojeó, porque el puente queda cerca de la estación, pero bueno, eso cuentan las hagiografías y a mí me gusta leerlas, como me gustan los Ecos de Sociedad y las Gacetillas porque te dan  pistas asombrosas. Las rebabas de la época están atrapadas en esas redes de naderías.

Comienzo del artículo publicado en Diario de Navarra, el 1 de septiembre de 1936. En contra de lo que se ha dicho, este es el único artículo que Baroja publicó en el periódico de Pamplona.

Con franqueza diré que no me extraña que escribiera ese artículo y lo enviara al Diario de Navarra. Para entonces, Baroja ya había tenido oportunidad de enterarse, en San Juan de Luz, de cómo las gastaban los alzados con los familiares de los izquierdistas, nacionalistas o extremistas, sujetos a expolios y a ser retenidos en calidad de rehenes. El Diario de Navarra se vendía a diario en San Juan de Luz pues se distribuía a través de Nacho-Enea a donde llegaban todos los días más de doscientos ejemplares. Además, no veo ningún motivo de escándalo en la medida en que  Baroja  no se apartó de su ideología de fondo ni dijo nada distnto de lo que pensaba de la República y sus hombres.

* Texto publicado en el blog Vivir de buena gana el 15 de septiembre de 2012.

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