El cuarto oscuro (Memoria por castigo)

El cuarto oscuro era una habitación ciega que había en las viejas casas en la que por una razón u otra acababas castigado: «¡Al cuarto oscuro!». Que recuerde no era un castigo tan terrible porque permitía evadirse, imaginar, desaparecer en lugares de las Mil y una noches, como la cueva de Alí-Babá (una de las lecturas de mi infancia junto con El Quijote) sin contar que por el ojo de la cerradura aparecía proyectada la magia del mundo al revés. Conocí otras habitaciones ciegas, alguna había servido, convenientemente tapiada, de escondite en tiempos de guerras y tumultos, y también de laboratorio fotográfico de placas de vidrio hoy poco menos que indescifrables. Aquella tenía su encanto, sobre todo porque en su fondo dormían baúles y maletas que habían sido de viaje entre América y España, o entre Madrid y la casa muerta. Hurgar en el contenido de aquellos equipajes era una tentación irresistible: papeles y más papeles, testimonio de vidas que fueron a parara al fuego. Secretos. Historias a conciencia silenciadas. Miedos. Honras de unos sobre la espalda de otros. Fracasos que convenía ocultar.

Las bodegas, sótanos, cuevas, habitaciones y puertas secretas, pasadizos, muebles cerrados como si fueran ataúdes, que sin duda lo eran, fueron para mí una obsesión adolescente, mucho antes de leer la Póetica del espacio, de Gaston Bachelard. Algo había allí, escondido, siempre escondido, siempre secreto, algo que debías hacer tuyo, que de alguna forma oscura formaba parte de ti: fantasmas bien palpables a nada que te lo propusieras.

He vuelto a ese cuarto de la infancia porque ya no existe y a su contenido porque tampoco, y lo he hecho con redobladas ganas después de leer días pasados un texto de Eric Poindron:
«El investigador es una persona de razón. Por el contrario, el detective literario es alguien de meditación, de trabajo de campo y de intuición. Dotado, es posible, de una incurable imaginación, hurga en los archivos y en los terrenos baldíos novelescos, cierto, pero también está ahí para restablecer una verdad; una verdad que no pide más que coger forma»


2 comentarios en “El cuarto oscuro (Memoria por castigo)

  1. Pingback: El cuarto oscuro (Memoria por castigo) — vivirdebuenagana – Conavegación | Blogosfera

  2. El cuarto oscuro, la mano negra, el hombre del saco , aquí Patierno, vecino de todas las familias de este pequeño pueblón y más próximo a la botica de tú familia que a ningún otro sitio, cabe, como tu usas, la belena….en fin

    Me gusta

Deja un comentario